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miércoles, 30 de marzo de 2011
Baúl preoperatorio especial
Día antes. La previa. Dejo mi cuerpo en manos de la Ciencia. Que son las manos de un señor cincuentón, con alopecia, al que nadie pide autógrafos ni ovaciona, pero con esa asombrosa vocación para asumir responsabilidades escalofriantes, y después coger el coche e ir a recoger a su hija al colegio.
Mañana despertaré en una bruma, feliz por ver de nuevo los rostros queridos. Con una puñalada en el costado, contento y apaleado. Dichoso de seguir dando guerra en este puñetero mundo al que nos aferramos como garrapatas. Dispuesto a reinventar nuevas tentativas de fracaso, que al menos me devuelvan un cierto aroma a la grandeza de los Dias Perdidos.
Mordisqueo un sandwich; merodeo el paisaje. "Fracasar con un cierto estilo", tecleo silenciosamente frente a la ventanilla del tren. Superar el miedo, ¿no es eso lo que distingue al valiente del temerario que ni lo siente? No suplicar ante las botas del sicario que nos encañona para rematarnos al borde de una zanja, lluviosa y maloliente. Que nosotros mismos hemos cavado con nuestro último resuello mientras él fumaba indiferente a la tragedia.
Nadie sujeta una claqueta, y nadie va a gritar: "¡Corten!". Si acaso, sólo el cirujano.
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1 comentario:
Está bien ese spleen entre manriqueño y oscargualdeano para ponerte a tono durante el viaje de ida al quirófano (o sea, el sitio en el que se muestran las manos). Fracasar con estilo, el miedo de los valientes, los Días grandes y Perdidos.
Pero ahora ya, para el viaje de vuelta, hay que cambiar la actitud.
Así que venga, ya sabes:
¡Con dos martillos!
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