Juan Claudio Cifuentes no era tanto un divulgador erudito, cuanto un difusor de la pasión jazzística, un proselitista del goce musical. Cifuentes preparaba monográficos, entrevistaba músicos, viajaba al extranjero para grabarles, o los atraía hasta el estudio televisivo de "Jazz Entre Amigos", donde se recreaba un auténtico Club de Jazz: con música en vivo en el escenario, clientes degustando sus copas, humo de tabaco y camareros elegantes y silenciosos. Transmitia la ilusión de la experiencia completa, que no se reduce al sonido, sino que es –como casi todas– multisensorial, vivencial. Además el Cifu hablaba reposadamente, acodado sobre la barra de su ficticio bar, en un tono amistoso, mezcla de profesor ameno y cariñoso hermano mayor. Así, despaciosamente, junto a un barman que secaba las copas, explicaba la técnica artística, los secretos de la logia; desgranaba los nombres, los repertorios; exponía los orígenes, las claves del ritual del jazz.
Su cita semanal empezaba a ser una adición en la noche de los Domingos, por la que acababas amando al hombre y a la música; a la música a través del hombre y al hombre a través de la música.
Al poco me hice socio juvenil del "Georgia" (regentado por el enigmático Serafín en Almería), y pronto llegó la asistencia a conciertos, los festivales de Verano en Vitoria y San Sebastián, e incluso mi propia participación el el Festival de Jazz de Granada –como guitarrista de la Granada Big Band–.
Pero, al César lo que es del César: sí, Juan Claudio encendió en mí esa llama. Y ahora que su llama se ha apagado, le debo este homenaje al amigo al que jamás conocí, pero al que sentía conocer mejor que a alguno de mis amigos.
5 comentarios:
Un hermoso homenaje al mundo del jazz y a tu pasion por esa increible musica.En mi caso me considero un fanatico de esa musica,y desde Miles Davis a John Coltrane o Ella Fitzgerad,un abrazo,
Precioso.
AGUSTÍN:
Me alegro de que compartamos ese amor musical.
Un abrazo.
MAMUMA:
Gracias. Es lo que se merece este personaje fundamental en nuestras biografías.
Hace apenas unas semanas pensaba, mientras le escuchaba en el coche: "qué voz de abuelito se le está quedando al Cifu..."
Hago mías la tristeza y el homenaje, y casi los recuerdos —tan cercanos—; y brindo nostálgicamente por la segunda parte, no escrita, de esos recuerdos, que tengo el placer de compartir. Algún día habremos de preguntarnos si hemos hecho por nuestro jazz (pretencioso en grado sumo sería decir «el jazz») todo lo que debíamos. Pensamiento que deposito como ofrenda a los pies de nuestro Gran Iniciador, en cuya memoria me voy a poner, a continuación, una copita de brandy y una vieja cassette con el "Milestones".
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